Después de la
tormenta llega la calma…
Después del estrés, de la rutina, del
trabajo llega la obligación, el infierno, la desgracia, el agobio, el dolor.
Y
piensas, sólo piensas: el defecto humano, lo que nos caracteriza y lo que nos
destruye. Un don mal asignado, nuestra autodestrucción: PENSAR MAS DE LA CUENTA
y convertir un don en una desgracia.
“Déjate
llevar por tus sentimientos, deja fluir el amor, enamórate por que el amor es
lo más bonito, la naturaleza de la vida. La base, el elemento esencial de la felicidad,
la meta”.
Sí,
suena agradable, y deseamos sentir, ansiamos amar y ser felices porque
entendemos la felicidad como el olimpo de nuestra existencia: LA CUMBRE DE LA
VIDA.
Sólo
los que fracasan deciden detener el proceso, abandonar, derrotarse a si mismos.
Nos han enseñado a buscar, encontrar y conseguir un sentimiento.
Sí,
nos advierten de su existencia, de su impacto, pero ¿nos enseñan a controlarlo,
a entenderlo, a combatirlo?.
Si
existe la enfermedad, ¿Por qué no un remedio? ¿Por qué no paliar el mal, si es
autodestructivo?
Sufrimiento,
malestar, agobio… son todos ellos sentimientos, malos sentimientos. O por lo
menos eso nos han enseñado.
Entonces,
¿Por qué deben complementarse la felicidad y el amor, con la soledad y el
sufrimiento? ¿Por qué?; si los primeros son sentimientos positivos y los
segundos sentimientos negativos. ¿Por qué para conseguir uno debes obtener
otro?, ¿Por qué si + y – no son compatibles, tenemos que aceptar una vida de
dolor?
Sí,
nos enseñan a ponerle nombre a un sentimiento, a definirlo. Pero no nos enseñan
a vivir con el.
Palabras,
sólo palabras… Y las palabras se la lleva el viento…
Viento
me gustaría ser, para correr, para alejarme. Huracán para arrasar todo. Fuego
para quemar las heridas, para acabar con los recuerdos, con los sentimientos,
con la mala educación. Y así, tal vez, sólo tal vez, la tierra se regenere.
B. Rourke.
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